La creación del mundo
La creación es obra del amor de Dios
Desde nuestra fe en el Señor de la vida, creemos que Dios crea el mundo y lo sostiene por amor y para el amor. Pero pongamos en claro algunas cosas.
En todos los pueblos y culturas simples, las personas se interrogan por el principio de las cosas: ¿Cuál es el origen del mundo, de la vida, de la pareja humana, del bien y del mal? Sus respuestas narrativas, normalmente son vitales y simbólicas con las que su mundo cobra sentido.
El texto de Gn. 1,1-2,4 no es un documento histórico. Es, ante todo, un himno que canta las maravillas de la creación usando imágenes y símbolos. Por eso, para su interpretación vamos a subrayar y comentar algunos de ellos que son fundamentales y por lo tanto no deben de entenderse al pie de la letra:
Adán: significa hombre.
Eva: quiere decir madre de toda la humanidad. Adán y Eva representan a toda la humanidad. Dios creó a la humanidad para la felicidad.
El árbol de la vida: Representa la vida misma, que Dios da a la humanidad.
El árbol de la ciencia del bien y del mal: Representa el poder o el dominio de todas las cosas y de toda la realidad. Cuando habla de prohibir comer de él.
La serpiente: En la religión de otros pueblos la serpiente es la representación del dios Baal, dios de la fertilidad. El pueblo israelita muchas veces estuvo tentado a adorar a otros dioses. Pero la vida sólo viene de Dios.
El paraíso: es una tarea a realizar. Es la misión que Dios da a Adán y Eva, a toda la humanidad. El relato de la “expulsión del paraíso” lo que realmente nos quiere decir es que el paraíso no existe. Hay que construirlo en la vida diaria. Dios encomienda a toda la humanidad la tarea de hacer de este mundo un paraíso.
"Dijo Dios" (v 3). Esta frase se repite diez veces y expresa, por un lado, el poder creador de Dios, que con su palabra lo crea todo. Por otro lado, nos recuerda el Decálogo o los diez mandamientos. Así, con diez palabras Dios crea el mundo y con diez palabras organiza a su pueblo.
"Y vio Dios que era Bueno" (v 10). Es la gran noticia. Todo lo creado por Dios es bueno. Nada lo creó malo o inmundo. Yo, tú y nosotros somos creación de Dios y somos valiosos. ¡Amate a ti mismo, eres una obra buena de Dios!
"Hagamos a los seres humanos a nuestra imagen, según nuestra semejanza" (v 26). Los seres humanos, varón y mujer, somos imagen de Dios. Dios es amor, luego nosotros estamos llamados a realizarnos en el amor como servicio, afecto, solidaridad.
"Crezcan y multiplíquense; llenen la tierra" (v. 28). En este texto Dios nos hace un llamado a la fecundidad, a formar una familia, y a cuidar la tierra, a amar la naturaleza.
“Descansó el séptimo día de todo lo que había hecho" (2,2). El número siete, tiene para el pueblo de Israel un sentido de plenitud, ¡los siete días de la semana son perfectos! Luego, no hay que pensar como días cronológicos, sino en sentido simbólico
¡La creación es perfecta! Por otro lado, el descanso de Dios nos recuerda que también los seres humanos merecemos descansar. Recuperar las fuerzas perdidas y dedicar, al menos una vez a la semana, un tiempo para la comunidad.
Dios al dar vida a lo que no existe, lo hace por amor, desde una acción plenamente libre, como un gran regalo para todos los que habitan el mundo. ¡El amor sostiene todo!, y la vida es el mejor regalo.
¿Cómo participamos los seres humanos en este gran proyecto de Dios? Cultivando las mismas actitudes de nuestro Dios. La libertad y el amor. Con estos valores, participar en la construcción de una sociedad más justa, más humana y un mundo ecológicamente vivo.
Hoy desde la teología, que es la ciencia encargada de hacer razonable la fe, se afirma la creación evolutiva, es decir, que Dios está en el origen del momento creador del cosmos y que El mismo le dio la fuerza necesaria para que según el plan de Dios, sin prisa ni pausa los seres avancen evolutivamente hacia el surgimiento de los seres humanos, como especie con capacidad de estar presente ante sí mismo y valorar el mundo, descubriendo el sentido de este.
Todo lo que hemos dicho hasta aquí, nos hace caer en la cuenta de la necesidad de establecer relaciones adecuadas entre nosotros, como seres humanos y con la naturaleza. Tradicionalmente, por intereses políticos y económicos, se utilizó el texto del Génesis para justificar la manera en que el ser humano se relacionaba con la naturaleza, pues decían que Dios mismo había ordenado al ser humano someter la tierra:
“Sean fecundos, multiplíquense, llenen la tierra y sométanla; dominen a los peces del mar, a las aves del cielo y a todos los vivientes que se mueven sobre la tierra” (Gen. 1,22)
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